jueves, 3 de septiembre de 2009

Capítulo 1

Se acercaba una noche hostil, el viento azotaba las hojas con fuerza. El cielo comenzaba a plañir su lienzo con lanzadas azuladas y púrpuras, la hojarasca se reflejaba en la mirada vacía de los transeúntes. Ella, sin embargo, caminaba con el sol en las manos y los rayos dorándose en sus ojos, miraba al cielo como si estuviese sentada al amanecer de la felicidad, creyendo en esperanzas e ilusiones que la hacían respirar.
Él, creía que aún seguía en este infame mundo por azar, que la vida ya no le regalaba nada bueno y todas las puertas se cerraban a su camino. Enfundado en su gabardina grisácea vagabundeaba por la vereda, sin más escusa que la de pasear el caparazón de su alma, aún así, se apreciaba un brillo aquejado y perdido pero especial y misterioso en su mirada azul cielo.
Ella, le sonreía a la vida, aunque ésta no le hubiera sonreído a ella gratamente. Su corazón permanecía en standby, náufrago en algún charco, la suerte no había querido mirarla a la cara, pero ella aún creía en el amor y en encontrar a alguien que verdaderamente la hiciese sentir especial, como en los cuentos.
Él, no veía más que polvo en sus entrañas, la vida como mucho se había dignado a guiñarle un ojo o a sonreírle tímidamente, pero el amor le había dado la espalda completamente, ni había reparado en su presencia y se había cansado de sufrir y de esperar. Aún no había encontrado a nadie que apreciase el verdadero y maravilloso brillo que emanaba de él.
El destino es caprichoso y a veces es como un niño que juega a ser feliz, se estaba aburriendo demasiado y su atención reparó en sus vidas anónimas, diferentes, dispares, pero igualmente entrelazadas al azar. Él, Ella y el destino, todavía estaban por cruzarse.
-¡Eh! -exclamó Él- Debería andar con piés de plomo en vez de volar sobre los escaparates.
-¿Cómo? Perdone aquí el despistado fue usted -dijo Ella dudosa y preocupada- ¿Y esa cara? ¿Tanto le dolió el tacón?
-Tranquila que apenas me rozó, esta cara es la que tengo ¿qué le pasa?
-No nada, pero… ¿Por qué en su cara se dibuja la tristeza?
-No creo que le importe, solo soy una simple sombra más en esta ciudad; Usted una cara bonita, buenas noches.
Ella, no contenta con su indiferencia y esa actitud ácida, se vio sorprendida por un impulso desconocido que le llevó a indagar en aquel extraño a la intemperie de la noche que cruzaba la calle con la mirada clavada en el asfalto. Se percató de aquel brillo en sus ojos, de sus rasgos de melancolía y no pudo dejarle marchar.
-Oiga ¿Y ahora que problema tiene? Debería de volver a su casa. Es tarde.
-¿Quiere quedarse aquí sin más compañía que la luna?, ¿Así en blanco y negro?
La cara de Él se observaba con más claridad y algo más nítida, ella le sostuvo la mirada sin pestañear, bajo un lánguido silencio, invadida por un sentimiento de culpa y curiosidad.
Dentro de ellos corría el destino riendo a carcajadas.
Él sin saber que hacer deslizó el brazo saliendo de su mirada y huyendo de la mano que le retenía. Se dio media vuelta y la dejó contemplándole a su espalda. Sin saber que pensar caminó por las estrechas calles de la Gran Vía durante un par de horas habiendo perdido la noción del tiempo y el espacio. Sus órbitas se disparaban en todas direcciones preso de la confusión, el desconcierto, y el natural pero embriagador olor de su piel.
Ella se quedó inmóvil frente al mismo escaparate, ya cerrado, mirando su propio reflejo y escrutando su expresión atónita. Él desprendía algo extraño pero cautivador que había servido de telaraña, en la cuál su mano había quedado enredada sin remedio y sin ánimos de querer escapar de las fauces del caprichoso destino.